El cadaver de un sistema


Por Galo Mateos, coordinador SCD Madrid
Dicen de Juana La Loca, que paseó el cadáver de su amado Felipe El Hermoso por toda España. Y lo hizo convencida de su amor y hermosura.
Seis siglos después, esa misma España, quebrada y solemne, se propone una tarea de gigantes: restaurar el cadáver del viejo sistema capitalista que nos trajo hasta aquí, convencidos como autómatas de su valor e insustituibilidad.
Da la impresión, metafóricamente hablando, de que vivimos en una especie de bosque de hombres necios, que privados de su propia razón, repiten sumisamente y sin cesar consignas estúpidas, en armonía con otras tribus que hicieron de ellas un modo de vida uniforme que nos evita el esfuerzo de pensar y limita nuestra libertad.
Y llegado un momento de balance cualquiera, sesenta y dos años después del Tratado de París, aún reconociendo que en lo político y en lo social alcanzamos grandes logros, el sistema económico en estos últimos años, ha dado muestras de que pudiera estar actuando en sentido inverso para los verdaderos intereses de la población.
Obvio que nada nos puede apartar del destino elegido junto con otros 300 millones de habitantes cercanos. Pero en ese destino caben importantes matizaciones locales y globales, que podrían aminorar el impacto negativo observado.
¿En qué consiste ese impacto negativo? En que objetivamente no somos más felices y las economías familiares europeas, se han empobrecido. Y eso, como defecto, es muy grave. Sobre todo cuando al mismo tiempo estás pagando ingentes porciones de ingresos y ahorros, por restaurar ese sistema.
¿De verdad que queremos restaurar el capitalismo financiero en la reciente versión que conocemos?
¿De verdad queremos que nuestro esfuerzo conduzca a que personajes como Botín, por citar un conocido cercano, cumplan sus metas con independencia de las nuestras? Dicho de otro modo, ¿queremos que el mundo financiero y sus órbitas políticas y oligopolísticas, puedan conseguir sus objetivos incluso a costa de los nuestros?
Rotundamente, no. Es la sociedad civil quien debe pronunciarse al respecto. Porque no podemos seguir viviendo como una consecuencia de los objetivos y resultados  de grandes corporaciones y partidos políticos parasitarios. Porque tenemos nuestra propia voz y somos capaces de decir lo que queremos. Porque es nuestro derecho decidir cómo hemos de vivir con nuestros recursos y no como consecuencia del uso arbitrario de ellos, por quienes se arrogan ese poder de gestionarlos en beneficio propio.
¿Y cómo nos gustaría vivir, cómo formular esos nuevos retos y objetivos, para orientar los recursos disponibles a su consecución?
A través de cambios. Cambios en personas e instituciones, en políticas y en sistemas. Ya no queremos ser más ricos, nos basta con distribuirlo mejor y ser más felices. Tienen que entender que no queremos resucitar un cadáver, que solo queremos vivir de otra manera, que ha llegado el día en que por fin queremos hablar de tu a tu con el futuro.
Queremos hacer saber a los padres de esta Europa y a los que puedan ser dignos de nuestra patria, quehemos descubierto un mundo nuevo al otro lado de donde lo buscábamos. Un mundo en el que los objetivos no se cifran, en el que los retos son colectivos, en el que los creadores y gestores aceptan el contrato de servir lealmente a los demás.
Hemos de hacer convivir nuevos ideales sociales con los restos de un sistema-cadáver insostenible en costes y objetivos, hemos de acabar con cuantos embustes y coartadas le hicieron prevalente. Hemos de ir concretando con las mejores inteligencias posibles los términos de la capitulación del sistema, los fundamentos del equilibrio energético y de materias primas y sobre todo, las nuevas bases en las que hemos de medir la felicidad y el progreso de la Humanidad.  
Sin esa ambición por el cambio, nuestra vida, como la de Juana La Loca, será hermosear y pasear algo en cuya recuperación y vida solo creerán los locos y aquellos necios habitantes, que presa del pánico por el futuro, repiten falsas palabras sin sentido.
Más allá del miedo, hay nuevas formulaciones para una economía más justa (Economía del Bien Común, plataformas de nuevas formas de cooperación y consumo, sistemas financieros alternativos, tele-trabajo de fácil conciliación familiar creciente, trabajo, sanidad, pensiones y fiscalidad a la carta, nomadismo a gran escala, clusterización, nuevos estimadores de satisfacción, y todo lo que podamos recoger de los países más avanzados), para una sociedad más feliz, que deben configurar una transición esperanzadora para todos.
No le vamos a pedir ese esfuerzo a quien no puede. La sociedad civil, acabará por entender que ese esfuerzosolo se lo podrá pedir a quienes siempre fueron capaces de identificar tendencias y oportunidades. A quienes nunca asustaron cambios ni esfuerzos titánicos. Ese ejército creciente de pequeños empresarios y autónomos, que por sus iniciativas globalizadoras, definen nuestra Europa y nuestro país mejor ya que ninguna bandera.
Serán ellos quienes asumiendo cambios y nuevos retos, terminen por liberarnos de barreras artificiales y den pronta sepultura a lo que nos hizo tan infelices. Alumbrando con su coraje e inteligencia colectiva, los esfuerzos políticos necesarios para una sociedad más próspera, en ese otro lado de la vida a recuperar,  en la que se entienden las cosas de otra manera, en consonancia con lo que de verdad fuimos, somos y sentimos.

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